La incorporación del material plástico en nuestras vidas es relativamente reciente, pues, aunque los primeros plásticos sintéticos datan de finales del siglo XIX, la producción a escala industrial comenzó hace aproximadamente 60 años. Sin embargo, el uso masivo de plásticos ha generado un problema medioambiental y de salud pública del que no hemos sido conscientes hasta inicios del siglo XXI. La degradación del plástico conlleva su ruptura en pequeños trozos que se llaman microplásticos cuando tienen menos de 5 mm. El resto de plásticos se clasifica por tamaño en macroplásticos (≥ 25 mm) y mesoplásticos (de 5 a 25 mm). Los microplásticos se clasifican según su origen. Los primarios son partículas fabricadas originalmente con un tamaño menor de 5 mm destinadas a un uso comercial como los pellets industriales (materia para la producción de objetos plásticos) o productos cosméticos (purpurinas, pastas de dientes, exfoliantes, etc.). Los secundarios, que son los más abundantes, se generan por la fragmentación de plásticos de mayor tamaño, como una botella de agua, una red de pesca o las microfibras procedentes de productos textiles.
Los plásticos tardan de cientos a miles de años en descomponerse y durante su degradación liberan compuestos químicos y aditivos utilizados en su fabricación, que contaminan los ecosistemas y pueden ser tóxicos para los organismos que en ellos habitan. Además, otro problema asociado a los microplásticos es que su pequeño tamaño facilita la ingesta por parte de los organismos y estas pequeñas partículas van pasando a través de las redes tróficas. Aunque se asocia más esta problemática con el medio marino, también están presentes en el medio terrestre y en las aguas continentales.
Por otro lado, los microplásticos pueden actuar como vectores. Los microorganismos patógenos y las sustancias químicas nocivas presentes en el agua se adhieren a la superficie de las partículas plásticas y son transportadas a zonas muy remotas, alejadas de su origen. A estos problemas hay que sumarle la dificultad técnica para detectar, contabilizar y retirar los microplásticos de los ecosistemas con los medios actuales. Si bien se conocen algunos de los efectos que la ingesta de plásticos y sus derivados (aditivos como colorantes, plastificantes, retardadores de llama, etc.) provocan en organismos acuáticos, como daños en el sistema digestivo, endocrino, respiratorio y reproductor, entre otros, aún se desconocen los posibles efectos a largo plazo que estas partículas pueden provocar en el conjunto de los ecosistemas.
Recolección de pellets y otros micro y mesoplásticos en zona costera. (Fuente: Asociación Noctiluca, CC-by)
Microplásticos recogidos en la superficie de aguas marinas costeras del Mediterráneo. (Fuente: Asociación Noctiluca, CC-by)
Polluelo de albatros muerto en el Pacífico con el estómago lleno de plásticos. Fuente: flickr.com Chris Jordan, 2009 (CC BY 2.0)
Evolución de la producción global de plásticos (Geyer et al. 2017- De OurWordInData.org CC BY).
“Actualmente se desconocen cuáles serán las consecuencias a largo plazo que provocará la presencia de microplásticos tanto a nivel de ecosistemas como de salud humana” (Lara S. Corral García, UAM, lara.silvia.g@gmail.com)
“Los microplásticos también tienen el inconveniente de que llevan aditivos en su composición que se pueden liberar fácilmente al medio acuoso y en el interior de los organismos que los ingieren. Estos aditivos pueden ser más nocivos que el propio plástico ya que algunos son disruptores endocrinos o carcinogénicos. Se desconocen los aditivos que lleva un plástico porque no hay ninguna ley que obligue a los productores a incluir una lista de éstos” (Cristina Romera Castillo, ICM-CSIC, cris.ro.castillo@gmail.com)
“La gran cantidad de microplásticos que a través del programa de ciencia ciudadana recolectamos en las playas es abrumadora; cada vez encontramos más plástico y de menor tamaño” (Asociación Noctiluca, noctiluca.asociacion@gmail.com)